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Where the wild flowers are # Noemi Iglesias

Del 23 de diciembre de 2025 al 31 de enero de 2026

Un jardín se abre paso en la galería Espacio Líquido de la mano de la artista Noemi Iglesias Barrios (Asturias, 1987), y sus flores comparecen ante nosotros como si estuvieran categorizadas en un gabinete de historia natural, en un cuarto de alquimia o en un laboratorio, revelándose así cada una en un formato y situación divergente. Esta muestra de Gijón llega tras sus monográficas en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (Love me fast) y el Museo de Bellas Artes de Asturias (Landscapes of Affection) en 2024.

Iglesias practica un nomadismo que le llevó en un momento de acentuada crisis económica a Atenas, donde desarrolló su compromiso social, que condicionó su forma de acercarse al motivo, impregnada de un sentimentalismo que asocia a la convulsión política.

Atravesada por su experiencia oriental, que le llevó a Taiwán, China y Corea del Sur, se adhiere así al imaginario exótico perseguido por los románticos occidentales en otras épocas, si bien sus viajes desembocan en un mundo globalizado y repleto de aparatos que limitan y banalizan esa misma veta sensible a la que se aferra. Extrae su discurso plástico del encuentro con otras realidades, pero consciente de la época que vive, sus resultados son plenamente inteligibles en un mundo totalizador que deja pocos resquicios a la diferencia.

Lo inexplicable se entremezcla en el quehacer de esta autora imbuida de modernidad y tradición a partes iguales. Todo lo que presenta es un puzle inagotable donde los elementos naturales son protagonistas porque nos explican como nunca. Y a veces, estos se muestran desdibujados o parpadeantes.

Su modo de concebir las flores de porcelana sigue siendo una de sus cartas de presentación y no renuncia a ese punto de partida que confiere una enorme solidez y un aura especial a cada una de sus creaciones. En sus trabajos el cromatismo elegido, al que asigna un rol, es deudor de la milenaria práctica oriental que de forma tan significativa afectó a su formación artística. Así, los artefactos que fabrica, sin despegarse de la técnica ancestral de la porcelana, se complementan con su habitual decantación hacia elementos relacionados con la tecnología que le permiten llevar su discurso eficazmente hacia la sociedad de consumo y su proyección pública, sobre lo que reflexiona persistentemente.

El amor enunciado en clave romántica sigue siendo su principal tema, esta vez bajo la fórmula Where the wild flowers are. Noemi Iglesias se recrea en la idea del enamoramiento y verdaderamente la obra que realiza refleja ese trasiego de emociones que investiga y trata de traducir a cada paso a través de pétalos, fotografías, serigrafías, impresiones digitales, vídeos o leds.

Su obra preserva un aura intrínseca y ello obliga a la artista al manejo de recursos tridimensionales. Sin embargo, su relato también es escrito y adquiere en numerosas ocasiones formato de mural, donde suelen desplegarse frases rotundas que apoyan su discurso en torno al amor, casi proclamas pensadas con un lenguaje directo y listo para ser derrochado. Ya sus célebres “máscaras de conflicto” (Quarantine), expuestas en el Thyssen, encarnaban a la perfección su poética, entre el amor y la revolución social. A diferencia de otras narraciones, la suya no es dramática y trata de interpelar al espectador con el manejo del logos, y poner por delante la parte sentimental (“amor o nada”).

Otro elemento presente en sus piezas se vincula a lo mágico, que incluso lleva a lo predictivo, aprovechando la naturaleza inherente a las piedras duras, dotadas de significado y connotaciones esotéricas desde tiempos remotos. No olvidemos esa larga lista de objetos elaborados con minerales y piedras raras moldeadas en forma de atributos y elementos simbólicos de los que dependía la suerte de los reinos.

Para comprender su inteligente trabajo cabe indicar su procedencia vital, nacida en la cuenca minera asturiana en un momento en que esa sociedad pujante se venía abajo. Ese lugar, como una ruina vigorosa y sombría, conserva aún hoy unas sinergias y patrimonio que le han influido y alimentado su despertar romántico. Así, su inquietud nace indubitablemente de su raíz minera, que impregna su carácter y el de cualquiera que haya nacido en un paisaje posindustrial tan valioso, especial y desmembrado como el del valle medio del Nalón. Y es que de ahí se extrajo el “oro negro” hasta que se cambió de paradigma y se abandonó y desechó sin más contemplaciones.

Inserta plenamente en el circuito nacional e internacional, su investigación, elaborada a caballo entre Portugal y Bélgica, la llevó desde hace años a fijarse en la extracción del cobalto en sus mismos yacimientos de Noruega o África y en el significado que esto tiene en la sociedad tecnologizada que vivimos y nos sirve de marco ineludible. La artista acude a las fuentes mismas de la gran transformación social que nos asola y provoca una convulsión en el ecosistema, sacudiendo además los cimientos de nuestra existencia misma, que amenaza claramente. Este mineral le permite trazar una reflexión acerca de lo que sostiene ese consumismo desaforado que afecta a nuestra forma de relacionarnos, máxime en el terreno afectivo, canalizada y vertebrada por esa tecnología que la sirve y le permite fabricar los artefactos que acompañan a sus objetos más artesanales. Ahora Noemi Iglesias se halla en mitad de esas “tierras raras”, de donde emana el combustible del presente en sustitución del carbón de las primeras revoluciones industriales, entre cuyas escombreras creció.

Noemi Iglesias, en mitad de las tierras raras
Juan Carlos Aparicio Vega. Universidad de Oviedo

 

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